El lenguaje humano permite transmitir al resto de individuos sus experiencias, basadas en el futuro y pasado, y hacer referencia a algún aspecto que no está cercano a la persona emisora, por lo que esta es la diferencia entre ambos. Por ello, Roger Brown (1973) propone tres criterios necesarios para poder definir el concepto de lenguaje (Berko Gleason, 2010):
❖ Productividad: para que exista lenguaje es necesario que los hablantes sean capaces de crear enunciados y combinaciones nuevas.
❖ Semanticidad o simbolismo: el lenguaje debe representar una idea, suceso y objeto de manera simbólica, como es la palabra.
❖ Desplazamiento: el mensaje podrá estar basado en algún aspecto que no haga referencia al presente, sino al futuro o pasado.
El lenguaje humano depende de la existencia de una sociedad con humanos en la que se pueda aprender y hablar, y de la motivación e inteligencia emocional que presente. Además, la evolución del ser humano ha ayudado al desarrollo del lenguaje ya que diferentes órganos articulatorios y fonatorios han ido madurando hasta conseguir un habla claro y rápido, así como sus estructuras cerebrales. Por ello, Lenneberg (1967) planteó una serie de rasgos que, al igual que los mencionados de Roger Brown, corroboraban que el lenguaje es un instrumento específico en los humanos, y uniforme en la especie (Berko Gleason, 2010).
❖ La aparición del habla es regular, es decir, el desarrollo del lenguaje es común en toda la especie, no hace diferencias ni de idiomas ni culturas.
❖ No se puede suprimir el habla, el niño aprende a hablar al escuchar a
adultos hacerlo, por imitación.
❖ No se puede enseñar el lenguaje a otras especies.
❖ Las lenguas tienen determinadas características universales ya que las
lenguas están estructuradas siguiendo unos principios de cognición, por
lo que se entenderán por cualquier individuo, a pesar de que existen
diferencias en las reglas fonológicas, gramaticales y semánticas.
El desarrollo del lenguaje es un proceso muy complejo ya que está
interrelacionado con el desarrollo neurológico y cognitivo, con el socioafectivo
y con el aparato auditivo (Pérez y Salmerón, 2006).
Dentro del sistema lingüístico, se observan tres grandes dimensiones
que hacen referencia a la expresión y comprensión: el contenido, la forma y
el uso del lenguaje. Cada dimensión contiene los componentes del lenguaje
que se van a analizar a continuación. El contenido hace referencia al
desarrollo semántico; la forma muestra el desarrollo fonético- fonológico,
morfológico y sintáctico y; por último, el uso se refiere al desarrollo pragmático
del lenguaje (Pérez y Salmerón, 2006). Todos estos componentes lingüísticos
están interrelacionados dado que el lenguaje es una unidad integral por lo que,
si alguno de ellos está dañado, es muy probable que se vean más afectados
(Clemente, 2000).
DESARROLLO FONÉTICO- FONOLÓGICO
En el desarrollo fonético-fonológico, se encuentran dos componentes
del lenguaje: la fonética y la fonología. La fonética se encarga de las
características físicas de los sonidos, es decir, en el modo y punto de
articulación al emitir los diferentes sonidos y la vibración de las cuerdas. En
cambio, la fonología estudia la forma en la que estos se organizan al expresar
el lenguaje (Pérez y Salmerón, 2006).
El fonema es la unidad mínima del lenguaje que no contiene ningún
significado, además de ser la representación mental de los sonidos. Estos se pueden clasificar según el punto y el modo de articulación y la vibración de las
cuerdas. Respecto al primero, hace referencia al lugar en el que se produce
el roce de los órganos de articulación para emitir sonidos. Entre ellos se
encuentran los fonemas bilabiales, labiodentales, dentales, interdentales,
alveolares, palatales y velares. En cuanto al segundo, se define como el
obstáculo que se encuentra el aire al emitir los fonemas, y se pueden distinguir
oclusivas, fricativas, africadas y líquidas. Por último, la vibración de las
cuerdas vocales, que como indica el propio nombre, depende de si las cuerdas
vibran (sonoras), o no (sordas) (Clemente, 2000).
Con relación a la comprensión, los niños presentan capacidades
sensoriales auditivas congénitas, por lo que son sensibles a la percepción de
sonidos desde antes de nacer. Es por ello, que estos son capaces de
adaptarse al idioma de sus familias, siempre y cuando, estén más de ocho
meses expuestos a ese idioma (Clemente, 2000).
En cuanto a la expresión, las producciones fonéticas de los niños
progresan de manera muy rápida, por lo que a edades muy tempranas ya son
capaces de emitir palabras. Numerosos autores distinguen dos niveles en el
lenguaje de un niño: el nivel prelingüístico, en el que el niño todavía no emite
palabras, sino que recurre al balbuceo; y el lingüístico, en el cual el niño ya
organiza los sonidos y los emite en forma de palabra u oraciones (Clemente,
2000). Asimismo, surgen dos hipótesis sobre estos niveles, en los cuales se
cuestiona si este cambio de niveles es un proceso continuo o discontinuo,
ambas defendidas por varios autores. Mowrer (1960) y Staats (1968), entre
otros, consideran que es un proceso continuo, dado que el balbuceo, que
pertenece al nivel prelingüístico, se solapa con las primeras palabras. Sin
embargo, la hipótesis de la discontinuidad, defendida por Clark y Clark (1977),
entre otros, muestra que existe un proceso de ruptura entre el balbuceo y las
palabras, ya que cuando un niño balbucea, no emite todos los sonidos que
luego realizará al pronunciar las palabras (Clemente, 2000).
Según Acosta y Moreno (2001), las dificultades que surgen en este
componente se deben a “problemas en el procesamiento auditivo, en la representación léxica y/o producción fonológica o presencia de procesos de
simplificación”. Por ello, estos niños suelen presentar unas características
similares como pueden ser la omisión de fonemas, persistencia en errores que
realizan otros niños con un desarrollo normal, limitaciones en la estructura
silábica, estrategias de evitación, etc.
DESARROLLO SEMÁNTICO
El componente semántico del lenguaje se encarga de relacionar las
palabras con su significado (Berko Gleason, 2010). Esta organización
semántica de las palabras en la mente del niño se va creando según la
experiencia que tenga este con el mundo que le rodea (Acosta y Moreno,
2001). Es por ello, que existe una relación entre el desarrollo cognitivo y
lingüístico dado que al ir adquiriendo el lenguaje es fundamental tener en
cuenta las capacidades personales y cognitivas que el niño presenta con su
entorno, ya que va si se desarrolla en un ambiente comunicativo y no presenta
problemas cognitivos, el niño adquirirá un mejor lenguaje (Clemente, 2000).
Para la creación de un concepto, es esencial que el niño reconozca de
manera visual el objeto y sepa cuál es su función. Después, debe conocer sus
rasgos, lo que le facilitará poder nombrarlo de una forma u otra y aprender a
mantener relaciones con esos conceptos, ya que es lo que le permitirá
conocer si ese objeto puede ir dentro de otro o no (Clemente, 2000). Por
ejemplo, al reconocer la palabra mesa y saber cuál es su función, el niño tiene
que ser capaz de saber que mesa está dentro del campo semántico de
muebles.
En relación a la comprensión semántica, los infantes comienzan a
comprender léxicamente a partir de los nueve meses, dado que saben
responder a su nombre y al no. Desde esta edad hasta los dieciocho meses,
la comprensión está limitada al presente y a su vida cotidiana, por lo que solo
entenderán lo que se les pide en ese momento y sean capaces de visualizarlo
(cualquier objeto que tengan a su alrededor) (Clemente, 2000). Esto se debe a que el niño a esta edad no es capaz de concebir el pasado cognitivamente,
por lo que no sabrá pensar sobre él (Berko Gleason, 2010)
Por parte de la expresión, los niños comienzan a decir protopalabras, y
según van creciendo, aumentan poco a poco su léxico, hasta llegar a los dos
años que es cuando el niño descubre el concepto de nombrar objetos y se
incrementa velozmente su vocabulario (Clemente, 2000). Tras varios años, el
niño logra desarrollar su conciencia metalingüística, la cual le permite pensar
sobre su idioma y comprender las palabras y definirlas (Berko Gleason, 2010)
Cuando un infante presenta dificultades en este componente del
lenguaje es porque no consigue comprender ni expresar el significado de las
palabras de su lengua. Por ello, estos niños con esta dificultad tenderían a
crear etiquetas genéricas (uso de conceptos vagos), a usar la
sobregeneralización de términos, a tener errores semánticos y problemas en
la recuperación de palabras, etc. (Acosta y Moreno, 2001).
DESARROLLO MORFOLÓGICO
La morfología estudia la estructura que presentan las palabras (Pérez
y Salmerón, 2006).
El niño desde que es muy pequeño crea flexiones morfológicas, pero,
habitualmente, se deben a que son imitadas de sus padres o al ser tan usadas
por estos últimos, el niño las aprende precozmente.
Muchos autores mencionan que el primer morfema que se aprende son
los de género, dado que es sencillo realizar el cambio de fonemas vocálicos,
y estos se adquieren los primeros. En relación con los morfemas de
pronombres personales, el infante solo es capaz de reconocer el “yo” cuando
consigue construir en su mente el concepto del mismo, por lo que ronda los
dos años de edad (Clemente, 2000).
Las dificultades que suelen tener los niños en este componente se
relacionan con la categoría verbal ya que no elaboran correctamente los morfemas de tiempo, modo y aspecto. Esto provoca que no les den uso, y
recurran a la hipergeneralización o a la sustitución (Acosta y Moreno, 2001).
DESARROLLO SINTÁCTICO
La sintaxis estudia la manera en la que las palabras de un idioma se
relacionan dentro de una oración (Pérez y Salmerón, 2006).
En todas las lenguas, existe una misma evolución gramatical, en la cual
se comienza con la holofrase, que es un enunciado creado por una única
palabra; después le sigue las frases telegráficas, que son enunciados
formados por dos o tres palabras; hasta llegar a la creación de oraciones
gramaticales correctamente dichas (Clemente, 2000).
Braine (1963) quiso investigar el habla del niño, y observó que, en las
frases telegráficas, el infante introduce dos palabras de manera organizada.
Por ello, creó una división para comprenderlo, llamándolas palabras pivote y
palabras de clase abierta. Las primeras hacen referencia a un grupo pequeño
de palabras que se suelen utilizar habitualmente, y la segunda, a un grupo
más grande de palabras, pero que no se usan tanto (Clemente, 2000). Un
ejemplo de esto sería más agua, en la que más sería la palabra pivote, y agua
la de clase abierta ya que más lo puede utilizar para numerosas frases (más
pan, más jugar, más comida…).
Las principales dificultades que presentan los niños que tienen afectado
este componente es que tienen problemas para la creación de oraciones que
contengan adiciones, supresiones y oraciones más complejas, por lo que
suelen elaborar omisiones, sustituciones y adiciones de partículas en la
oración (Acosta y Moreno, 2001).
DESARROLLO PRAGMÁTICO
La pragmática se encarga de estudiar las reglas para poder usar el
lenguaje en diferentes contextos sociales (Berko Gleason, 2010). Según varios autores, esta se puede dividir el varios niveles: el nivel de enunciado,
en este se analiza las intenciones que tiene el emisor; el nivel de discurso, se
analiza el marco discursivo, es decir, si cambia el turno, el tono, etc.; y, por
último, el nivel del contexto social, que investiga la interacción social entre los
hablantes y el mundo (Clemente, 2000).
Cuando un individuo adquiere todos los componentes anteriormente
mencionados, se dice que ha adquirido la competencia lingüística. Sin
embargo, cuando además de estos, también adquiere el componente
pragmático, se muestra que el hablante ha adquirido la competencia
comunicativa dado que es capaz de utilizar correctamente el lenguaje, pero,
además, sabe adaptarlo a la situación social en la que se desarrolla (Berko
Gleason, 2010).
Un niño de temprana edad presenta una intención comunicativa dado
que pretende modificar la actitud del adulto por medio de peticiones, rechazo,
acciones simpáticas, mostrar objetos… Es por ello, que suele utilizar
protoimperativos y protodeclarativos. Los primeros se basan en que el niño
intenta conseguir algo del adulto, y los segundos, solo quiere llamar su
atención, para mostrarle cualquier objeto o suceso (Clemente, 2000).
Aquellos niños que presentan dificultades en este componente también
suelen tener problemas en el morfosintáctico. Por ello, utiliza elementos
gramaticales poco elaborados, turnos de habla cortos, proporcionan
respuestas poco coherentes, narraciones poco trabajadas… (Acosta y
Moreno, 2001).